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Lugar donde publico con mucha frecuencia, contándote aspectos de mi vida, anécdotas, experiencias, noticias... Otros lugares de la web son:

Artículos del diario de Deva.

Rayas rojiblancas

San Mamés ruge como siempre. El eco de los cánticos retumba más fuerte que el frío de enero, golpeándome en lo más hondo del alma. Llevo mi camiseta de colores rojiblancos, fieles a mi piel desde que era niña y venía al estadio de la mano de mi padre y mi abuelo. Hoy, al igual que entonces, la pasión me envuelve con más calor que cualquier abrigo

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Confesiones de una esposa adúltera.

Tanto mi familia como yo estábamos disfrutando de unas vacaciones que, a simple vista, deberían haber sido perfectas. El sol veraniego caía en la costa, abrazando el resort con su calor, mientras el murmullo de las olas rompía en el horizonte. El hotel era elegante y lujoso, pero no podía dejar de sentirme extraña. Como si algo estuviera faltando, como si estuviera atrapada en una rutina interminable.

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Vestirme para otro.

La lencería sobre mi cama no es solo una tela. Es un ritual.Cada encaje, cada broche, cada hebra de seda guarda una intención.

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Tres hombres y una mujer: mi viaje al sur de Francia

Este fin de semana nos entregamos a una aventura en el sur de Francia, ese rincón donde el placer se respira en el aire y cada instante se presta para el deseo. Sus calles empedradas, sus viñedos que se pierden en el horizonte y la brisa tibia que acaricia la piel como un amante experto. Pero esta vez, el viaje promete ser aún más embriagador. No solo voy con mi esposo, sino también con dos amigos que parecen dispuestos a mimarme de una forma que despierta en mí una deliciosa anticipación.

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Deseo comprado, placer concedido. Otra anedota real de Deva Nandiny.

Recuerdo que era muy joven y me estaba preparando los exámenes de selectividad del instituto. Solía salir de la biblioteca al caer la tarde, con la mente saturada de fórmulas y fechas, con la vista nublada por el cansancio. La brisa tibia de la primavera me despejaba mientras cruzaba el parque, un lugar que a esa hora comenzaba a llenarse de sombras alargadas. Fue allí donde lo vi. Un hombre mayor, de traje cuidado, pero gastado en los puños, de expresión neutra, pero ojos inquisitivos, me llamó con una voz que parecía deslizarse entre las hojas caídas de los árboles. Me detuve apenas un instante, lo suficiente para oír su propuesta insólita:

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