Diario de unas vacaciones. Loca por un hombre maduro II parte

Publicado el 2 de agosto de 2025, 12:41

Han pasado ya bastantes días desde aquella noche en el pub, y Hans se ha convertido en una compañía constante en nuestras vacaciones. Enrique lo aprecia, lo escucha con interés cada vez que visitamos una iglesia románica o un castillo medio derruido. Y yo… yo lo deseo cada vez más.

 

De hecho, hemos decidido pasar un tiempo juntos. Alargar nuestras vacaciones compartiéndolas con él ha sido, sin duda, una gran idea. Todo es distinto cuando está cerca: las charlas son más vivas, las risas más frecuentes, incluso el vino parece saber mejor.

 

Es curioso: cuanto más habla Hans, más me atrapa. Su manera de explicar detalles de una vidriera medieval, la seguridad con la que señala la simbología de un capitel, el silencio respetuoso con el que contempla una obra de arte. Y luego, ese contraste brutal cuando se inclina hacia mí y me susurra algo tan obsceno que me hace temblar las rodillas. Ahora mismo estoy acostada en la cama con él, estoy desnuda, me acaba de follar hace cinco minutos y mis piernas aún están temblorosas. Siento su semen espeso y caliente escurriéndose por mi coño. Mientras él descansa y duerme un poco, percibo su respiración a mi lado, cojo mi ordenador portátil de la mesilla para escribir estas letras. Pero ahora, tal y como os prometí hace unos días, volvamos al relato de las vacaciones por orden cronológico.

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Aquella noche, al salir del pub, Enrique se ofreció a ir a por el coche.


—Esperadme aquí, no tardo nada —dijo, con esa calma suya que yo ya empezaba a reconocer como un gesto pactado. Yo sabía que nos estaba regalando unos minutos a solas, Disimulamente le guiñé un ojo, agradeciéndoselo. 

 

Hans y yo quedamos al lado de la puerta del pub. 

 

Nada más que Enrique dobló la esquina, Hans se acercó despacio, con esa seguridad que no admite dudas, y me tomó por la cintura. Mi respiración se aceleró de inmediato. Sus labios encontraron los míos con una naturalidad pasmosa, como si lleváramos toda la vida esperándonos.

 

El beso fue brutal. Sus labios me devoraron sin darme tiempo a pensar. Me atrapó la boca con ansia, su lengua irrumpió entre mis dientes con descaro, húmeda y dominante, recorriendo cada rincón, obligándome a entregarme sin reservas. Me chupaba la lengua con una lujuria que me arrancaba gemidos, y yo respondía igual, hambrienta, mordiéndole el labio con desesperación.

 

Su saliva se mezclaba con la mía en un desorden delicioso, y cuanto más me besaba, más me sentía suya. No había suavidad, solo hambre. Un hambre obscena, como si quisiera arrancarme el alma por la boca. Me sujetaba con tanta fuerza de la cintura que su dureza se clavaba contra mi vientre, dejándome sin aire.

 

—Joder… qué boca tienes —susurró apenas separándose un segundo, con la frente pegada a la mía, antes de volver a hundirse y meterse hasta el fondo de mí, como si ya me estuviera follando con la lengua.

 

Sentí que me derretía, que mis bragas estaban empapadas, que todo mi cuerpo ardía pidiéndole más.

 

Yo gemí bajito, sorprendida de mi propia entrega, mientras mis manos se aferraban a su camisa. Hans me apretó contra él, y sentí la dureza de su cuerpo, la urgencia inconfundible en su entrepierna. Me sorprendió notarlo tan duro a sus años y alabé mentalmente su genética.

 

—Dios, cuánto te deseo… —susurró, con la boca pegada a la mía—. Desde que entraste en ese bar solo pienso en follarte.

 

Su mano se deslizó por mi espalda hasta mi culo, apretándolo con fuerza, como había hecho antes, pero esta vez sin el disimulo de la barra.


—Me vuelves loco —continuó, mientras su otra mano buscaba el borde de mis muslos—. Quiero tenerte debajo de mí, escucharte gemir…

 

Me mordí el labio para contener un grito, porque sus dedos ya rozaban la parte más prohibida de mi cuerpo, a través de la tela de mis pantalones cortos. Estaba empapada. Lo sabía. Y él tuvo que percibir el calor que desprendía.

 

—Estás cachonda… —murmuró, con una sonrisa ladeada que me desarmó—. Joder, cómo me gustas.

 

Me besó de nuevo, más salvaje, mientras yo sentía que todo mi cuerpo ardía. La calle estaba casi desierta, y aún así la posibilidad de que alguien nos viera solo hacía que el deseo se multiplicara.

 

A lo lejos escuché el motor del coche. Enrique daba la vuelta a la esquina. Hans se apartó lo justo para dejarme recomponerme, aunque sus dedos aún apretaban con descaro mi nalga.

 

—Sueltame, mi marido puede vernos —dije jugando a la esposa infiel.

 

A veces me gusta que mis amantes no sepa que mi esposo consiente. Hans soltó mis provocativas nalgas, que yo era consciente que con esos pantalones cortos, y ajustados hasta el límite, diariamente, atria decenas de calientes miradas, cosa que me encanta probocar.

 

 

No tengo tiempo para seguir, Hans se ha despertado, le he dicho que estoy enviando un email del trabajo, prometo seguir contando mis vacaciones, lo antes que pueda. Un beso a todos

Deva Nandiny

(Continuará)

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Comentarios

Franco
hace 18 horas

Te adoro, Deva. Lo que escribes no tiene comparación. Sigue dándonos este placer, que yo seguiré devorando cada palabra con una mano en el teclado y la otra en mi polla.

Pepa
hace 18 horas

Increíble relato. Tienes la capacidad de que una se sienta dentro de tu piel. Me has hecho temblar de excitación, gracias.

Isra
hace 18 horas

No sé qué disfruto más, si la historia o imaginarte escribiéndola desnuda, todavía con el coño empapado del alemán.

Vane
hace 18 horas

Gracias por regalarnos esto, Deva. Es una mezcla perfecta de elegancia y obscenidad. Por favor, sigue.

Fer
hace 18 horas

No sabes cómo me haces viajar con tus relatos. Ese beso lo he sentido en mi propia boca. Eres arte puro, gracias por compartir estas fantasías.

Nuri
hace 18 horas

Me has recordado a cuando conocí a un francés en un viaje con mi marido. También nos dejó solos un momento y acabé besándome con él en un callejón. No llegamos a follar, pero me quedé empapada toda la noche. Leyéndote he sentido la misma electricidad

Madridista
hace 18 horas

Dios, Deva, me tienes loco. La primera vez que me besé con una mujer casada fue en el coche, mientras su marido estaba en la gasolinera. Tus palabras me han hecho revivir esa escena, hasta he vuelto a correrme.

EvaTomaElSol
hace 18 horas

No sabes lo identificada que me siento. Yo también tengo un marido cornudo consentidor. La primera vez que me dejó con otro fue en una fiesta, mientras él miraba desde el sofá. Tus relatos me hacen revivir esa mezcla de nervios, culpa y excitación.

MANU
hace 18 horas

Qué pedazo de texto. Yo estuve con una alemana en Benidorm hace años. La besé en la terraza de un bar mientras su marido bajaba a por hielo. Nunca había sentido una boca tan hambrienta. Tu relato me ha hecho volver allí.

AAA
hace 18 horas

Eres una diosa, Deva. Yo no me atrevo a tanto, pero leyendo tus palabras me corro solo de imaginarlo. Me haces soñar con atreverme algún día.

PacoPaco
hace 17 horas

Que puta eres deva

MOREGO
hace 17 horas

Estoy cotando las horas para que regreseis a bilbao, me pones los dientes largos saber lo bien que te lo estás pasando. Te quiero

Lolin
hace 17 horas

Siento lo del Judas de tu telegram que no ha jodido a todos, será un miserable, ojalá se ahogue en su propia mierda. Piensa que en el pecado lleva su penintencia, esa gente suele caer mal y tener pocos amigos... la gente escapa de seres tan despreciables. Y lo que has dicho es verdad, seguro que era un babas que te regalaba el oido. Un beso y disfruta de las vaca

Pirry
hace 17 horas

UN enfermo, seguro que estaba celoso

Any
hace 14 horas

Me encanta tu naturalidad. Admiro tu calidad literaria profundamente. Besos desde Sevilla

Marcos
hace 13 horas

Hola interesante continuación bien escrita y desarrollada felicitaciones por ello