Fantasías. ¿Hay que atreverse a realizarlas?

Publicado el 28 de junio de 2024, 16:43

    Tanto a mi esposo como a mí nos encanta explorar fantasías y hablar de otras personas durante nuestras relaciones sexuales. Desde hace tiempo, él ha alimentado la fantasía de convertirse en el amante de mi madre. A veces me habla de ello mientras hacemos el amor, especialmente después de verla en bikini o con alguno de sus sensuales vestidos. Me describe lo atractiva que es, sus curvas, y me dice lo que le gustaría hacerle o decirle.

      Al principio, estas conversaciones me sorprendían y me desconcertaban. El tema era bastante fuerte, pero no soy de asustarme por una mera fantasía. Todos tenemos la libertad de tenerlas. Tanto va el cántaro a la fuente que, con el tiempo, todo ese asunto comenzó a despertar en mí una chispa de curiosidad y excitación. Ver cómo mi esposo se excitaba imaginando el cuerpo desnudo de mamá, me hacía cuestionar mis propios límites y deseos. Empecé a preguntarme qué sentiría yo en una situación así, y cómo sería experimentar esa intensidad y pasión prohibida.

     Poco a poco, estas fantasías compartidas se convirtieron en un juego erótico entre nosotros, una forma de explorar nuestros deseos más profundos de manera segura y consensuada. Aunque al principio me resultaba desconcertante, pero pronto entendí que estas conversaciones no solo avivaban nuestra intimidad, sino que también fortalecían nuestro vínculo al abrirnos emocionalmente el uno al otro de una manera nueva y profunda.

     

     Hace unas semanas, mis padres se fueron de viaje a Dinamarca, de donde es oriunda mi madre. Fue entonces cuando decidí que podría hacer realidad, en parte, la fantasía de mi esposo de acostarse con su propia suegra. Le dije que teníamos que ir a la casa de mis padres porque mi madre me había llamado y estaba preocupada por un paquete que debía llegar al final de la tarde.

      Juro que mi esposo no se imaginaba lo que tenía pensado. Cuando llegamos a la casa, le pedí que esperara en la sala mientras yo subía al dormitorio de mis padres. Entré en su vestidor, donde todo estaba impecablemente organizado. Abrí su cajón de lencería y elegí un tanga de encaje negro que sabía que le encantaría a mi esposo. También encontré unas medias de seda que combinaban perfectamente.

     Mientras me vestía, una mezcla de nerviosismo y excitación me recorrió. Al deslizar el tanga de encaje por mis piernas, un escalofrío recorrió mi cuerpo, erizándome. Sentía como si estuviera entrando en una nueva piel, la de mi propia madre, adoptando su poder y su misterio. Me puse las medias de seda, que acariciaron mis piernas con una suavidad exquisita, y me miré en el espejo, viendo una versión de mí misma que nunca antes había visto. Me puse un vestido negro de tirantes muy ajustado y corto, que realzaba mis curvas. Sus zapatos de tacón de aguja también negros, me hicieron sentir poderosa y seductora. Finalmente, encontré su perfume favorito y rocié un poco en mi cuello y muñecas; el aroma me envolvió y me hizo sentir más como ella. Incluso me apliqué su pintalabios rojo, dándome el toque final. «¿Para quién se vestiría así mamá? ¿Para papá, para algún amante?»

     Ver mi reflejo con esos labios rojos y el vestido negro, sexy y elegante, me hizo sentir como si hubiera cruzado una línea invisible, transformándome completamente en la mujer a la que mi esposo deseaba. Su propia suegra.

Cuando bajé, él me miró con una mezcla de sorpresa y deseo. Tomé su mano y lo llevé hasta el dormitorio.

     —Estaremos más cómodos arriba en la habitación, la cama es grande —lo tenté con voz sugerente y seductora. 

      Él tiró de mi mano, haciéndome detener en seco durante un segundo.

   —¿Estás segura, Olivia? —interpeló mi esposo, prudente, mientras comenzábamos a subir las escaleras de madera que conducen al dormitorio.

      Sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y excitación, una chispa de curiosidad que aumentaba con cada paso que dábamos.

     —No me llamo Olivia. Esta noche seré Claudia —respondí, intentando imitar su acento danés con una voz más profunda y autoritaria. Mi corazón latía con fuerza mientras pronunciaba esas palabras, sintiendo cómo la adrenalina recorría cada fibra de mi ser.

     En el breve trayecto hacia el dormitorio, mi mente estaba inundada de una mezcla de nerviosismo y excitación. Cada paso que daba hacía que mis tacones resonaran en el pasillo, amplificando la tensión en el aire. Mi esposo me miraba con ojos expectantes, completamente intrigado por la transformación que estaba a punto de desvelar.

     Al llegar al dormitorio, me detuve un momento, tomando aire profundamente, sintiendo cómo el perfume embriagador de mamá llenaba mis pulmones y me envolvía en su esencia. Al empujar la puerta, la habitación se desplegó ante nosotros como un escenario preparado para una actuación intensa y apasionada. La luz suave de las lámparas arrojaba sombras cálidas sobre la colcha de satén negro y gris, creando un ambiente íntimo y sensual.

      Me giré lentamente para observar a mi esposo, notando cómo sus ojos se ensanchaban al ver la transformación completa. Me sentía poderosa y dominante, como si realmente hubiera asumido la identidad de ella. Cada prenda que llevaba, cada accesorio, eran como piezas de una armadura erótica que me protegía y al mismo tiempo me liberaba.

    —Esta noche, obedecerás a la zorra de tu suegra —dije, con una voz firme que no admitía réplica. Al ver la respuesta inmediata en los ojos de mi esposo, su sumisión y deseo claramente reflejados, supe que había logrado encender en él la llama de su fantasía más profunda.

     —¡Quiero follarte! —solo fue capaz de expresar, casi balbuceando.

Me acerqué a él con pasos deliberados, dejando que mis caderas se movieran con gracia y seguridad. La tensión entre nosotros era palpable, un hilo invisible que nos conectaba de una manera que pocas veces habíamos experimentado. Cuando estuve lo suficientemente cerca, extendí una mano y acaricié su mejilla, permitiendo que la intimidad del gesto aumentara la conexión entre nosotros.

    —Recuerda que esta noche eres mi yerno y has venido a cumplir tu fantasía —susurré, manteniendo el contacto visual, disfrutando de la mezcla de nerviosismo y anticipación en su rostro—. ¿Cuál es tu fantasía? —pregunté alzando la voz.

       Pareció pensar lo que debía responder, seguramente aún temerosos de no herir mis sentimientos.

     —Claudia, voy a follarte. Vas a ser mía —respondió, llamándome por el nombre propio de mi madre por primera vez, haciéndome sentir un profundo escalofrío. 

     Con un movimiento decidido, lo lleve hacia la cama, haciéndole sentarse al borde mientras yo permanecía de pie frente a él. El contraste de nuestras posiciones reforzaba mi dominio sobre la escena en ese momento. Intenté quitarme la ropa de manera sexi y sugerente, tal como imaginé que haría mamá; sin embargo, mi esposo me mandó parar con un gesto.

    —Quiero hacértelo con su ropa, necesito poder olerla —dijo inspirando su fragancia.

    Mientras desabrochaba lentamente su camisa, mis manos temblaban de emoción y ansiedad. Cada botón desprendido era un paso más hacia la satisfacción de esa fantasía compartida. Lo empujé suavemente hacia atrás, recostándose de espaldas en la cama, sintiendo el latir de su corazón bajo mis dedos. Me posicioné sobre él, remangándome sobre mis muslos el ajustado vestido, sintiendo una humedad palpable sobre mis bragas.

      A través del roce de mi tanga, pude percibir la firmeza de su deseo, intenso y urgente. Con una mano firme, sostuve su miembro, que estaba duro como una piedra, mientras retiraba hacia un lado la tela de mi ropa interior. Me coloqué frente a él, dejando que la expectativa colmara el espacio entre nosotros, dejándome caer sobre su potente erección. La sensación de ser penetrada en un solo instante me invadió, provocando un gemido profundo y honesto:

      —¡Ahhhh…! —exclamé, liberando la mezcla de dolor y placer que me embargaba.

     Comencé a moverme sobre él con un ritmo frenético, buscando satisfacer sus fantasías más profundas. Sentía sus manos explorar mi cuerpo con deseo y urgencia, mientras él mantenía los ojos cerrados, sumergido en el juego de su fantasía. Observarlo así, con los ojos cerrados, me hacía recordar que su mente estaba lejos, imaginándose a mamá en lugar de a mí.

Sentí cómo su respiración se aceleraba al compás de mis movimientos, y el silencio de la habitación era roto solo por los suaves suspiros y los latidos de nuestros corazones, que parecían resonar al unísono.

     Esa noche, el dormitorio de mis padres se convirtió en el escenario de una pasión desbordante y un deseo incontrolable. Cada caricia, cada susurro, cada gesto, cada arañazo en su piel; estaba cargado de una intensidad que nos envolvía y nos llevaba a explorar los límites de nuestra fantasía compartida. Nuestro gran secreto. Como siempre aprovechamos para inmortalizar ese simulacro de fantasía, haciendo algunas fotos que recogen ese especial e inolvidable momento.

       Os puedo asegurar que fue una experiencia transformadora, un juego de roles que nos permitió descubrir nuevas facetas de nosotros mismos y de nuestra relación, fortaleciendo nuestro vínculo de una manera que nunca habríamos imaginado.

Deva Nandiny

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Comentarios

Carmen Moreno
hace 10 meses

Enhorabuena por tu valentía. En mi caso tengo una que me daria pavor expresarsela a mi pareja y que tiene que ver con un hermano de su padre. Es tal mi obsesión, que pienso en ella constantemente, cuando tengo relaciones con mi marido y cuando me tocó en la cama. Se que nunca voy a cumplirla y me siento fatal, pero si al menos pudiera compartirla con mi marido, tal vez me sentiría mejor

Deva Nandiny
hace 10 meses

Buenos días, Carmen,

Gracias por compartir algo tan personal y por tu valentía al expresarlo aquí. Entiendo que llevar una fantasía así puede ser muy complicado y que compartirlo con tu pareja puede parecer intimidante. A veces, hablar abiertamente sobre nuestros pensamientos y deseos más profundos puede ayudar a liberar la carga emocional que llevamos. Te animo a que busques un momento adecuado y tranquilo para conversar con tu marido, si sientes que eso podría ayudarte a sentirte mejor. La comunicación abierta y honesta es clave en cualquier relación.

Te deseo lo mejor y mucho ánimo.

Un abrazo,

Berto
hace 10 meses

Yo la tengo con mi cuñada y creo que ella ya se ha dado cuenta de como lo miro, lo de compartirlo con mi novia......... No lo veo, ella me llamaría salido y otras cosas mas

Deva Nandiny
hace 10 meses

hola, no creo que debamos compartir todas nuestras fantasías, sobre todo si pensamos que nuestra pareja no va a lograr entenderlas... pues esto puede crear conflictos en una pareja. Un beso

Juan SM
hace 10 meses

No me extraña que tú esposo tenga esa fantasía, con todos mis respetos, he leído en algunas de tus novelas que tú madre es una mujer muy sexy y que sabes que en más de ocasión. Le fue infiel a tu padre. De tal palo tal astilla

Deva Nandiny
hace 10 meses

Qué sería de nosotros sin tener nuestras fantasías. desconozco las reglas que tienen mis padres, creo que cada matrimonio tiene las suyas... Un beso enorme

ANTHEUS
hace 8 meses

Creo que esta experiencia ha sido morbosa y muy interesante.Tu forma de narrarla ha sido exquisita,como todos tus relatos,pero creo que ha habido algo que quizas no has percibido y es que has mencionado tu nombre verdadero(Olivia)pensaba que siempre usabas tu nombre de escritora(Deva Nandiny)y tambien has dado datos de tus padres(como que son daneses y que tu madre se llama Claudia).De todos modos no creo que haya ningun problema con ello.Besos