La Autenticidad en la Escritura Erótica Autobiográfica.

El método.

      Como todos sabemos, en la película *Taxi Driver*, Robert De Niro, fiel a su célebre estilo perfeccionista y de método, se sumergió profundamente en la preparación de su personaje. Pasó semanas conduciendo un taxi por las calles de Nueva York, lo que le permitió captar la esencia de la vida de un taxista (Incluso hace pocos días un periódico publicó su licencia como taxista). Además, se puso en contacto con veteranos de Vietnam para desarrollar los acentos y expresiones típicas de estos soldados, añadiendo autenticidad a su actuación. Al final, el propio De Niro se convirtió en Travis Bickle.

      Escribir novelas eróticas autobiográficas es una experiencia profundamente íntima y transformadora. Cada palabra que plasmo en el “papel” está impregnada de mis emociones, recuerdos y deseos más profundos. Es un viaje a través de mi propia historia, una exploración de mi identidad y una celebración de mi sensualidad. Pero muchas veces, sobre todo debido al paso del tiempo desde que ocurre una historia hasta que la escribo, muchas emociones o sentimientos menguan o se distorsionan. Por lo tanto, reconozco haber empleado esa especie de método que utilizan muchos actores.

      Es tanta la excitación que siento cuando escribo, que a veces, cuando estoy viviendo determinados momentos, no puedo evitar pensar en cómo los voy a transformar en palabras. Por ejemplo, uno de mis últimos fines de semana en Ibiza, después de una noche de fiesta, me fui a la habitación con dos hombres de nacionalidad alemana. Me encontraba en medio de ambos, rodeada por sus enormes cuerpos, gimiendo de placer... Pero mi mente ya estaba trabajando en cómo plasmar esas sensaciones unas horas más tarde en mi ordenador.

       Podría poner muchos ejemplos al respecto. Hace unos días en el trabajo, ataviada con una corta y estrecha minifalda, sentía la mirada de algunos de mis compañeros recorriendo mis piernas y goloseando mis glúteos. Apoyada sobre la mesa de uno de los técnicos de mi departamento, mientras le enseñaba unas tablas estadísticas, llegó un momento en el que temí que mi compañero no pudiera controlarse. Mi cuerpo permanecía en alerta, esperando sentir sus dedos sobre la fina piel de mis muslos. ¿Qué hubiera hecho si su mano se hubiera atrevido a explorar la humedad de mis bragas? No lo sé… En el trabajo suelo ser bastante comedida, ya que he tenido malas experiencias al respecto. Sin embargo, mientras le explicaba la evolución de dichas tablas, pensaba que sería una morbosa historia para contar en una de mis novelas.

      Cada vez que me siento a escribir, me sumerjo en un estado de vulnerabilidad absoluta. Revivo momentos intensos y apasionados, algunos que me llenan de alegría y otros que me enfrentan a mis propios miedos y dudas. Sin embargo, es en esa vulnerabilidad donde encuentro la fuerza y la autenticidad que dan vida a mis historias.

       Como último ejemplo, os contaré que hace poco, escribiendo una de mis historias pasadas de cuando era más joven y visitaba playas nudistas, no encontraba la forma de explicar cómo reacciona mi cuerpo cuando me acaricia un perfecto desconocido con el que no he intercambiado ni una sola palabra. Me quedé bloqueada en ese punto. Hasta que me decidí a volver a vivirlo ese mismo día. En un conocido parque de Madrid, lo experimenté en primera persona, solo para poder narrarlo con absoluta fidelidad.

       Podría seguir narrando ejemplos parecidos, en los que la obsesión por crear historias cargadas de verdad, sobre todo al describir mis propias emociones, me lleva continuamente a entregarme a este tipo de experiencias.                                       Deva Nandiny